PARA LOS NIÑOS: “La Octava Plaga”
Propósito:
Enseñar a los niños que cada plaga fue un desafío a los dioses egipcios y una censura a la idolatría, para mostrar la Omnipotencia del Dios vivo y verdadero.
Introducción:
El granizo había aniquilado las cosechas y la mayoría de las plantas, y lo poco que había sobrevivido ahora iba a ser devorado por langostas. La liberación de Egipto de los israelitas, acompañada por estas grandes acciones de Dios, tenía la intención de llegar a ser una parte importante e inolvidable en el relato de la historia de Israel, para las siguientes generaciones. Contaría de manera precisa quién era el Dios de ellos y su poder. La extensión e intensidad de la plaga de langostas iba a ser de tal magnitud que sería única en la historia de Egipto, nada parecido a ninguna otra durante las dos generaciones anteriores, ni como ninguna otra nube de langostas en el futuro, así sería la octava plaga.
I. La Encomienda del Señor, vv. 1-6
Dios le dijo a Moisés: “Ve a Faraón, porque he endurecido su corazón, y el de sus siervos para mostrar mis señales; para que cuentes a tus hijos y nietos las cosas que hice en Egipto, para que conozcan que yo soy Jehová”. Moisés y Aarón obedecieron la voz de Dios y le dijeron a Faraón: “Jehová, el Dios de los hebreos dice: ¿Hasta cuándo te humillarás delante de mí? Deja ir a mi pueblo para que me sirvan, y si no lo dejas ir, yo mandaré mañana langosta en todo tú territorio, que cubrirán la superficie de la tierra y comerán lo que quedó, lo que no dañó el granizo, se comerán todos los árboles que producen fruto. Y se llenarán tus casas, las de tus siervos y las de todos los egipcios de langostas, como nunca vieron tus padres y abuelos, como nunca ha sucedido sobre la tierra hasta hoy”. Después de dar el mensaje Moisés y Aarón salieron de la presencia de Faraón. Las plagas de Egipto muestran la gravedad del pecado, advierten a los hijos de los hombres que no deben luchar con su Hacedor, por eso los peores pecadores deben ser advertidos, aunque haya poca esperanza de arrepentimiento. Las invasiones de langostas eran temidas en Egipto, hasta el punto de que los agricultores oraban con frecuencia al dios langosta para asegurar la integridad de sus cosechas. Joel 1 y 2 ofrece una descripción de la calamidad que representa una plaga así. Las langostas que se multiplican rápidamente, viven en comunidad y como insectos voladores, son como una tormenta de polvo (Jl.2.10). El profeta Joel dice que corren como valientes, como hombres de guerra que escalan la muralla, corren por las casas, suben por las ventanas y entran como ladrones (Jl.2.7-9).
II. La Intervención de los Siervos de Faraón, vv. 7-11
Los siervos de Faraón cansados de los azotes de las siete plagas le preguntaban: ¿Hasta cuándo nos ha de ser éste por lazo? Deja ir a estos hombres, para que sirvan a Jehová su Dios; ¿aun no sabes que Egipto está destruido? Ellos pensaban que ceder a la petición de Moisés, era la mejor opción. Los consejeros valoraron negativamente el estado del país y sugirieron a Faraón que dejara ir a los hebreos, ya que estaba negándose a reconocer la desesperada situación, pensaban que debería acceder. Faraón viendo que sus consejeros no lo apoyaban en su resistencia, volvió a llamar a Moisés y Aarón para preguntarles ¿Quiénes son los que han de ir? Por primera vez intentó negociar antes de que lo golpease la plaga anunciada. De manera hábil, sugirió en su pregunta que solo era necesario que fuesen a adorar los representantes de Israel, es decir los varones; pero si las mujeres y los niños se quedaban en Egipto, serían en realidad rehenes que los inducirían a volver. Moisés le contestó a Faraón que todos deberían ir a adorar a Jehová, tanto los varones como las mujeres y los niños, con sus ovejas y vacas. La respuesta levantó una tormenta de furia en el corazón del orgulloso rey; y terminó echándolos de su presencia. En oriente, cuando una persona de autoridad o rango se siente molesto por una petición que no está dispuesto a conceder, hace una señal a sus siervos, que se lanzan adelante, y sacan violentamente al suplicante u ofensor, lo mismo sucedió en esta ocasión.
III. Las Langostas, vv. 12-20
Dios le mandó a Moisés que extendiera su mano sobre la tierra de Egipto, para que subieran langostas sobre ese país y terminara con lo poco que el granizo había dejado. La vara de Moisés fue levantada y las langostas que nacen en el desierto, fueron traídas a Egipto por un viento oriental, Dios hizo que ese viento soplara todo el día y toda la noche, a la mañana siguiente, las langostas eran tan numerosos, que formaban nubes que obscurecieron la tierra, y la convirtieron en un desierto, porque despojaron al suelo de su verdor, a los árboles de sus hojas y en pocas horas acabaron con todo; en una situación como esta se requiere un lapso de años para recuperarse, ya que consumieron todo lo que había dejado el granizo. El hombre, hasta nuestros días con todas sus invenciones, no ha podido hacer nada para protegerse de la invasión de las langostas. Egipto había sufrido muchas veces por estos animales, pero en esta ocasión fue sin igual. Faraón temiendo una ruina peor, hizo llamar prontamente a Moisés, y confesando su pecado, le dijo He pecado contra Jehová vuestro Dios, y contra vosotros, le imploró a Moisés que le perdonara y que intercediera en oración a Jehová para que quitara esa muerte, así consideraba Faraón a esta plaga. Moisés oró a Jehová y envió un viento occidental tan fuerte que se llevó a las langostas y las arrojó en el Mar Rojo. Pero Jehová nuevamente endureció el corazón de Faraón y no dejo ir al pueblo de Israel. Hay quienes, en su malestar, no oran, pero sí buscan ayuda en las oraciones de otras personas, con eso demuestran que no tienen una fe verdadera y solo buscan a Dios por conveniencia. El problema de Faraón era su orgullo y tenía que aprender la lección de humildad, porque ese rey ¡Era hombre y no dios!
Conclusión:
Niñitos los campos devastados, arruinados por el granizo, quemados por el fuego y arrasados por las langostas, fueron un testimonio de la impotencia de los dioses egipcios ¿Dónde estaba Anubis, el dios con cabeza de chacal y guardián de los campos? ¿Y Osiris, el dios supremo de la agricultura? Una vez más Isis; Seth; Neper; Shu, dios del aire; y Amón, dios del viento fueron humillados. Niñitos una vez más concluimos que los ídolos son esculturas sin vida, la Biblia dice: “¿De qué sirve la escultura que esculpió el que la hizo? ¿la estatua de fundición, que enseña mentira, para que haciendo imágenes mudas confíe el hacedor en su obra? ¡Ay del que dice al palo; Despiértate; y a la piedra muda: Levántate! ¿Podrá él enseñar? He aquí él está cubierto de oro y plata, y no hay dentro de él espíritu.” (Habacuc 2.18-19)
CATECISMO INFANTIL.
Pregunta No. 73
¿Qué nombre se da algunas veces a los diez mandamientos?
Respuesta:
El Decálogo.